Reynosa
CRÓNICA ROJA
¡A QUEMARROPA!
Por Juan Manuel Villarreal H.
Desde temprana hora, aquel 10 de mayo, los integrantes de cuatro distinguidas familias, fueron llegando a las instalaciones del Rancho El Jabalí.
En ese lugar, habían convenido reunirse para celebrar el Día de las Madres y por tal razón, se organizó un ameno convivio campestre.
Aparentemente, las buenas relaciones entre todos se podía apreciar en aquella reunión.
Sin embargo, ya entrada la tarde y al calor de las bebidas, José Antonio, se dirigió hasta donde se encontraba su primo político Darío Maldonado.
Comenzaron a dialogar y la plática poco a poco fue subiendo de tono, por lo que ambos se apartaron de la concurrencia para seguir con su conversación personal.
Primero salió a relucir un adeudo de dinero, a lo que José Antonio reclamó:
-“ Mira Darío, desde hace tiempo quería decirte que ya te traigo ganas, no sólo por ese dinero, si no porque ya me di cuenta de que eres un –soplón- de la federal.
-“No sé a que te refieres…”
Argumentó Darío un tanto molesto por la situación.
-“No te hagas pendejo, si ya supe que tu fuiste quien me –empaletó- con la Policía Federal en Monterrey, diciendo que estaba implicado en negocios ilícitos, cuando todo eso no es cierto.
Y siguió diciendo:
-“ Que se puede esperar de ti, si hasta tu propio hermano lo involucraste en esto”.
Ante esto, Darío no tuvo más remedio que contener su coraje y guardó silencio. No quiso seguir discutiendo, dado que el problema estaba a punto de hacerse más grande y sobre todo, en presencia de todos sus familiares.
Luego, la intervención de otros miembros de la familia, la plática tomó otro tema y ello calmó los ánimos de los dos y la convivencia siguió su curso normal por le resto de la tarde.
Al término de la reunión cada cual se retiró con rumbo a sus respectivos domicilios.
Sin embargo, para ese entonces, la tragedia ya rondaba en torno a aquellas familias.
Esa oscura noche se iluminaba de vez en vez ante la presencia de relámpagos por la amenaza de tormenta que se avecinaba.
El reloj marcaba las diez de la noche y a esa hora, Darío se hallaba en las afuera de su domicilio, dialogando con Rodolfo, uno de sus amigos.
En ese momento cruzó frente a ellos la camioneta que tripulaba José Antonio, quien llegaba a la casa de sus suegros, ubicado a un lado de la casa de Darío.
José Antonio al ver a Darío aceleró el vehículo y patinó en repetidas ocasiones.
Al descender de la unidad, Darío lo llamó para reclamarle su actitud retadora que había asumido desde temprana hora en el rancho y por lo que acababa de hacer.
Una vez frente a frente, José Antonio comenzó a discutir y de un rápido movimiento le asestó un golpe en la cara a Darío, quien no tuvo tiempo de reaccionar, por lo que para evitar más problemas, entró a su domicilio acompañado de su amigo.
Luego, José Antonio entró al domicilio contiguo y se reunió con su esposa a quien le contó el incidente registrado minutos antes.
Tras recapacitar sobre su actitud, José Antonio, le manifestó su arrepentimiento a su esposa:
-“Se me pasó la mano con Darío”.
Y dijo:
-“ Es más, le voy a pedir una disculpa”.
Ante esto, su esposa le pidió:
-“No vayas….déjalo así…mañana que se calmen las cosas te disculpas con él”.
-“No, no, no….ahora mismo lo voy a hacer…sólo le pido perdón por el incidente y hacemos las pases”.
Dijo José Antonio.
Posteriormente, salió del domicilio y al encontrarse frente a la casa de su primo político, comenzó a gritarle para que saliera.
-“ Darío…Darío… quiero que salgas para hablar”.
En ese momento, Darío se encontraba en la sala aún acompañado de su amigo Rodolfo, a quien le comentó molesto:
-“ Ahí viene ese otra vez a chingar la madre”.
Por lo que de inmediato se dirigió hacia un buró de donde sustrajo una pistola escuadra calibre .45 y se la acomodó en la cintura.
Luego, se asomó por la ventana y vio a José Antonio aún frente a su domicilio que seguía gritando que saliera.
Con la ira dibujada en el rostro, Darío salió apresurado hacia la reja de entrada y sin decir palabra, sacó el arma y comenzó a dispararle a quemarropa.
Al percatarse tarde de las intenciones de Darío, José Antonio alcanzó a dar media vuelta para tratar de ponerse a salvo del ataque pero fue alcanzado por cuatro impactos que dieron en la parte superior de la espalda y caer mortalmente herido.
En ese instante, el agresor ingresó rápidamente al interior de su domicilio y se encerró.
Al escucharse las detonaciones del arma de fuego, los familiares de José Antonio salieron de inmediato y lo encontraron mal herido pero aún con vida, por lo que su hermano Andrés, lo levantó y lo llevó hasta un consultorio médico localizado a unos cuantos metros del lugar de los hechos.
El médico al revisar al herido, dada la gravedad de las lesiones, recomendó su traslado de inmediato a un hospital, pero en el trayecto José Antonio murió irremediablemente.
Asimismo, pese a la movilización de los cuerpos policíacos, inexplicablemente, el homicida había logrado burlar la acción de la justicia.
En las afueras del domicilio de Darío se montó vigilancia policíaca, debido a que se presumía que Darío se hallaba encerrado en ese lugar.
Sin embargo, todo el personal fue requerido con la intención de realizar la búsqueda del homicida en un rancho localizado en las afueras de la ciudad.
Minutos después, cayó una tromba que dejó sin el servicio de energía eléctrica en todo el municipio.
Ante tal situación, los elementos comisionados a la vigilancia del domicilio del homicida fueron concentrados para reforzar la vigilancia del Penal Distrital, ante el riesgo de que se produjera una fuga masiva.
Todo ello, contribuyó para que Darío lograra evadir su aprehensión, por lo que días después, los cuerpos policíacos habían obtenido notificación de un Juzgado de Distrito que concedía el amparo dela justicia federal a Darío.
Tres días después, se presentó ante la agencia del Ministerio Público Investigador a fin de rendir su declaración en torno a estos hechos y solicitó la presencia de la Policía Judicial, ante el temor de que familiares de la víctima pudieran tomar represalias.
Durante su comparecencia aceptó haber dado muerte a su primo político y señaló haberlo hecho en defensa propia.
Luego de rendir su testimonial, el homicida se retiró.
Tras concluir la averiguación previa penal, se invalidó el amparo provisional, luego de que el Juzgado Penal libró la orden de aprehensión en su contra.
Con ello, Darío se vio obligado a ocultarse en algún lugar, a fin de evitar ser detenido por las autoridades.
Posteriormente, luego de varios meses de andar a salto de mata, finalmente Darío se entregó personalmente a las autoridades, por lo que al ser presentado ante el Juzgado que lo reclamaba, tras rendir su declaración preparatoria obtuvo su libertad bajo fianza.
Sin embargo, ha trascendido que Darío vive en la incertidumbre, ya que ante la tumba de José Antonio, su suegra juró que si las autoridades no actuaban en su contra, ella tomaría justicia por su propia cuenta.
Y saben que es capaz… por algo le dicen “La Camelia”.